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[Once meses sin aportar nada es demasiada vaguería. Quizá lo dejé porque lo que leo no suele estar en las mesas de novedades. ¿Qué importa?, me he dicho esta mañana. Esto es algo íntimo. Todo lo más, para curiosos].

sábado, 7 de mayo de 2011

día 1963. Diarios indios, de Chantal Maillard. Uno, presentación y extractos de su Prólogo

Quizá pueda pensarse que no tengo derecho a
dedicar estas entradas de blog: al fin y al cabo,
apenas si hago otra cosa que copiar lo de otros.
Pero resulta que para hablar aquí de los libros de
otros, y elegir los extractos, suelo leerlos dos
veces, o al menos muy despacio, tomando notas.
Y resulta que, por falta de tecnología, los extractos
los he tecleado amorosamente, letra a letra. Por ello:

A mi ahijada María, para que vea que el mundo es duro y el mundo cambia

Presentación

Cuando hace nada se publicaron los Diarios de Benarés de Jesús Aguado corrí a comprar el libro, porque algún año antes ya había leído este libro de Maillard; y porque sabía que habían sido pareja en los primeros viajes a India que cuenta cada uno. También sabía que habían ofrecido su casa de Benarés para que pasaran un tiempo a Lara Moreno y Rebeca LeRumeur, jovencísimas autoras que se convirtieron en amigas muy queridas por un azar; ellas fueron además las que me hicieron tomarme la literatura más en serio, aceptándome en un Taller de escritura que crearon y que luego cambió de rumbo. Por ellas conocí, de nombre y obras, a Jesús Aguado (y en persona a Paco Cumpián, otro gran poeta del grupo malagueño, que lleva con Jesús y algunos otros la editorial El árbol de Poe).

A Chantal la conocía de antes, como lector que se acerca a las estanterías de poesía. Aunque quien más me ha ayudado a profundizar en ella sea Stalker, desde su blog Lost in Marienbad).

Chantal Maillard es Doctora en Filosofía y ha trabajado muchos años como Profesora Titulas de Estética y Teorías de las Artes; por sus largas estancias en India, creó asignaturas de Filosofía y Estética Oriental. Ha escrito numerosos ensayos (de los que no he leído ninguno) y colaborado con regularidad en el suplemento cultural de ABC y, actualmente, en El País.

Pero sobre todo, para lo que a mí me interesa, es mi poeta favorita, con mucho. Aroa me decía que es “difícil”, y es cierto, pero lo sigue siendo (mi favorita). Solo tiene 5 libros de poesía, duros, aunque algo se aligeran con la lectura repetida de todos ellos, conociendo sus conferencias en vídeo (aquí es donde entra Stalker), algunos datos de su vida –muy pocos, porque es reservada– y sobre todo, dos textos que la editorial Pre-Textos califica de “prosa reflexiva”, que son Filosofía en los días críticos. Diarios 1996-98 y el libro de hoy.


Extractos de su Prólogo

«Los cuadernos reunidos en este volumen están escritos en India durante distintas estancias, pero, en su conjunto, forman el testimonio de un mismo viaje, el que emprendí en la creencia de que traspasando las fronteras de los territorios acostumbrados lograría ensanchar los límites del conocimiento que tenía de mí misma».
[...]
... lograr averiguar el funcionamiento no tanto del mundo como del instrumento de percepción del mundo (lo cual, al fin y al cabo, resulta ser lo mismo), no tanto del como de la conciencia del . Empresa utópica donde las haya, [...] La escritura de mis “diarios” no es sino el sentimiento de una voluntad comprometida en ese empeño; son una obra en marcha que terminará al tiempo que mi capacidad de observarme y dar cuenta de ello».

«A finales de los ochenta, Benarés no era ni mucho menos el destino turístico que es ahora. Aún era un lugar donde alguien podía desprenderse de sí mismo, donde, en razón de lo ajeno que resultaba el entorno, podía fácilmente poner en duda la vigencia de sus códigos y someter a prueba la conciencia de su identidad. Mi estancia en la sagrada ciudad de Shiva se prolongó hasta bien entrada la estación seca. Tiempo suficiente como para que las brumas del amanecer se calaran en los huesos y que la mirada de los búfalos llegara a convertirse en un estado interior. Vestí el sari y me respetaron por llevarlo atendiendo a la exactitud regular de los pliegues. Aprendí a cocinar con queroseno en utensilios sin asas de acero inoxidable, a darle a la vaca pedigüeña las cáscaras de plátano entre los barrotes de mi ventana, a no frenar con la bicicleta en los cruces, a adormecerme con el sonido de las voces recitando los textos sánscritos en la escuela vecina, a maldecir los altavoces de los eremitas a las cuatro de la madrugada y, también, a acompasar mi gesto con el de la anciana que quería morir a la orilla del río y amasaba las boñigas para el fuego sobre los peldaños de mi puerta. Todas aquellas cosas fueron poco a poco modificando mi manera de estar en el mundo. Me procuraron otro tiempo más dilatado y lleno. La nostalgia de ese tiempo fue lo que me instó a volver una y otra vez».

«Jaisalmer y Bangalore, los dos primeros cuadernos que se entregan aquí, fueron escritos en 1992 y a996 respectivamente,»

«Benarés, la última parte del libro y la más importante, es, cronológicamente, la continuación de Filosofía en los días críticos (2001). Se compone de dos cuadernos. El primero de ellos, 48 ghats, es una especie de peregrinaje o via crucis por las orillas del Ganges. Mi escritura se inició allí como el ritual con el que pretendía preservarme de las miradas ajenas. Escribir es, a menudo, una gran estrategia defensiva: convertido en objeto de escritura, el mundo está en las manos del que escribe y él es su centro. La libreta hacía de santuario; en ella, me sentía a salvo».
[...]
«Identificarse con los propios estados mentales es la condición natural del ser humano; observarlos no es propio de esa condición, es el resultado de un entrenamiento».
[...]
«El último cuaderno, Diario de Benarés, es el diario del observador, el relato del periplo de una conciencia que, empeñada en alisar los pliegues que conforman el , termina disolviéndose en su propia mirada».

«Aquel invierno de 1999, adelgacé. La mente se me adelgazó. Fui capaz, entonces, de ser aquello que percibía. Así de sencilla es la existencia cuando uno se descarga de juicios (sus tensiones, sus predisposiciones, sus impactos) y deja de querer. Así de simple y de infinita, la vida, cuando se la contempla sin intención, cuando se la deja estar».

«Quiero hacer constar mi agradecimiento a Oscar Pujol y a Mercè Escrich, por su ayuda inestimable durante la primera estancia en Benarés y a Jesús Aguado, para quien aquél era igualmente el primer viaje a India y que fue fiel compañero en los que siguieron.  Sin ellos, y sin su amorosa dedicación al estudio de la cultura de aquel continente es probable que nuestra vida, la de todos los que estuvimos implicados desde entonces en la aventura india, hubiese tomado otro rumbo».

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