Este blog

[Once meses sin aportar nada es demasiada vaguería. Quizá lo dejé porque lo que leo no suele estar en las mesas de novedades. ¿Qué importa?, me he dicho esta mañana. Esto es algo íntimo. Todo lo más, para curiosos].

domingo, 28 de agosto de 2011

Día 1953. “Los pozos de la nieve”, de Berta Vias Mahou, una Maestra en el tratamiento literario de la memoria.




Hay una literatura plana, heredera de la que se practicó hasta aproximadamente  poco antes de la IGM. Entonces, con la fotografía, los pintores empezaron a pintar de otra manera (otras cosas), los músicos componían de otra manera. Y los escritores dejaron de escribir esas novelas lineales en las que tenían que describir todo, porque los lectores aprendían y veían las cosas a través de esas descripciones.

Todavía se escriben muchas novelas de XIX, lineales (aunque ya se eliminan esas descripciones; si se habla de una autovía, el autor no nos explica qué es una autovía: la TV nos lo ha enseñado ya todo). De hecho, todos “los más vendidos” son escritura a la manera del XIX.

Los escritores de verdad, los que no se venden a ellos mismos y venden menos libros, empezaron a escribir de otra manera: a exigir el concurso, el trabajo, del lector. No es cierto, como dijo alguno, que el Autor ha muerto; lo que pasó es que el Lector ha nacido.

Cuando encuentras un escritor así, pasa algo en tu interior. A mí me ha pasado al leer esta novela, que exige un enorme esfuerzo de atención (y en mi caso, torpe, una segunda  lectura más atenta todavía que la primera). ¿Y qué se gana con tanto esfuerzo? El sentimiento de participar en algo verdadero; lo que no es poco en estos tiempos en que la falsedad se ha impuesto como un sistema. Además, a poco que hurgues en una historia verdadera, te vas encontrando con aproximaciones a tu propia historia: sientes escalofríos que llevabas tiempo queriendo sentir.

Es la historia de una familia con muchos apellidos germánicos (quizá no todos de rigurosa ariedad) que han vivido en España su propia historia desde principios de los años 20 hasta los 80 o 90.  Con nuestra guerra y la IIGM por en medio, y sus consecuencias.

Técnicamente, hay una narradora que inicia todo, hablándole de tú al personaje principal, el que diríamos que ha convivido con nosotros, hablándole de tú, animándole a recoger los fragmentos de más de sesenta años para conocer y escribir esa historia familiar, persiguiéndola como un sabueso o un detective: reuniendo los fragmentos, casi todos de dolor, para llegar al descubrimiento más doloroso. Técnicamente, los pensamientos, las descripciones son de una intensidad poética que toca el corazón del lector. En ocasiones, cuesta diferenciar la voz de la narradora de la del personaje. Quizá esa voz femenina se explica en la misma novela, porque todo lo que llegó a descubrir fue oyéndoselo a las mujeres de la casa; y ese tono femenino se cuela en la voz del hombre que busca y escribe.

Humanamente, tanta verdad no puede ser en balde: se sufre, pero en lo más hondo del lector nace una serenidad; a mí me ha transformado, me ha quitado algunas de las aristas frentistas que me quedaban y, como le dice la narradora al protagonista enun momento: «Paz, piedad y perdón. Vamos, S., inténtalo».

BVM, la autora que controla a la narradora, ya nos enseña en las páginas 18-19 que estas búsquedas, irremediablemente necesarias, no son fáciles. Aunque el Lector no tiene que hacer tanto esfuerzo, ya lo ha hecho la autora por él.

«Para leer una fotografía, como un buen libro, es necesario registrar las imágenes miles de veces, y hacerlo como quien busca huellas, víctimas y verdugos, repasándolas una y otra vez, a diferentes horas del día, desde distintos ángulos, bajo estados de ánimo diversos, a diferentes edades. Sólo entonces, cuando aprender a recoger cada imagen como si fuera una calle muy larga de una ciudad por la que caminas por primera vez en tu vida o las páginas de un libro que no quisieras olvidar nunca, las figuras, las escenas no te abandonan jamás. Y tal vez hasta puedas descubrir algo que de otro modo habría quedado habría permanecido oculto para siempre, entre líneas, en algún rincón de la fotografía».

Hay personajes de los dos bandos, y me he propuesto no hablar de ellos, que seáis vosotros, los que leáis el libro, los vayáis conociendo. Sólo me referiré a uno, Konrad o Conrado según el país en el esté: el centro de la sensibilidad humana del que parte, para algunos personajes y también para el lector, todo sentimiento sereno. Páginas 31-2.

«Este no ha sido el triste final de una familia, tan sólo el de una fortuna. Conrado hace tiempo que se ha establecido en Madrid, entrando a trabajar como ingeniero jefe en otra fábrica de cerveza. La mayor de sus hijas, Bertha, se ha casado con uno de los hijos del dueño. Aunque la familia perderá también esta otra fábrica. Por suerte para los herederos. Lo que desde un punto de vista mundo se suele considerar como una tragedia, puede resultar una bendición. Cuando eres rico aprendes a hablar idiomas, a tocar delicados instrumentos de música, a probar platos exquisitos in mover una ceja. Cuando no lo eres, cuando has visto a tu madre trabajando día tras día, sin tiempo siquiera para enfermar, madrugando para no regresar hasta la noche, cuando la has visto zurciendo la ropa interior con una sonrisa en los labios, aprender otros valores, aprendes a disfrutar de la espera, de la ilusión, a tener paciencia, algo que tal vez no todos comprendan, que tal vez casi nadie aprecie, que sin duda nadie envidiará, pero que a ti te ha hecho más hombre.
                           
Tengo el libro lleno de subrayados de las historias cruzadas, de pensamientos rigurosos, de sensaciones delicadas. Pero me parecería un sacrilegio poner demasiado sobre aviso a cualquiera que, por este post mío, decida enfrentarse a esta obra maestra de la literatura española contemporánea.